Perú es uno de los países más golpeados por el Covid 19 en la Región, a pesar de que el gobierno ha reaccionado tempranamente y bien. Hay seguramente muchas y diversas razones para esto, como la enorme brecha social, resultado de décadas de políticas Neo-Liberales, la gran informalidad en la economía y la poca importancia que tienen las instituciones gubernamentales peruanas en las vidas de la gran mayoría de la población. Prueba de esto es el abandono de los servicios públicos, como Justicia, Salud y Educación por parte de los sucesivos gobiernos.
Se hecha ahora la culpa a los ambulantes, a los mercados informales, igual que hace casi 30 años durante la epidemia del Cólera. Pero también la distribución de alimentos ha sido abandonada a su suerte. Hoy viven más de 10 millones de personas en Lima y no existen programas como los mercados modelos o municipales en la magnitud requerida y la gente simplemente usa las calles como mercados. Es un problema, si, pero también parte de una solución informal. Ni hablar de la corrupción, que hizo que muchos servidores públicos hoy colinden con el crimen organizado.
Más que un país Perú parece ser un espacio en el que convive un gran numero de culturas, realidades y sociedades. Solamente en lenguas vivas hay más de cuarenta, en una geografía accidentada y con una biodiversidad casi única en el mundo. Que este espacio no es fácilmente gobernable por un gobierno central ya fue advertido por Bernardo de Monteagudo y por José de San Martín en su momento (Luis Lumbreras, LR 14.06.2020). Las decisiones que toma o deja de tomar hoy el gobierno de turno (aún no se ha formado un estado) influye en la vida de menos del 30% de la población.
Transformaciones, sean sociales, económicas o espirituales, tienen su origen en la cultura que transforma. Últimamente el Perú ha vivido una suerte de borrachera económica, sin reflexionar mucho sobre el carácter de este “Milagro Económico” que no parece más que la simple devastación de recursos no renovables. Durante las ultimas elecciones presidenciales ofreció el candidato ganador hacer del Perú un país del “Primer Mundo”. Aún estamos lejos en tantos sentidos que suena delirante. Y, por cierto, es una prueba más del profundo desconocimiento del país.
Se buscó la materialización del “Mito del Progreso”, este modelo que “dominó la mente de todo el mundo, volvió loca a la humanidad y creó formas de vida absolutamente inhumanas” (Gastón Soublette/Manifiesto, 2020). En el Perú más del 70% de la población lo han creído y viven hoy abarrotados en ciudades en condiciones infrahumanas. Solamente en Lima hay aprox. un millón de personas sin agua potable, amontonados en las lomas agrestes del sur, norte y este de la ciudad en viviendas precarias.
Durante las cuatro décadas que viajo por el Perú y América Latina he conocido muchas personas, muchas culturas, muchas formas de convivir con lo más sagrado que el ser humano tiene, el sistema de relaciones sociales y el ecosistema planetario. La sabiduría de cómo está organizada la vida en el planeta, los vegetales, los animales, los elementos, el aire, el agua, la tierra, los mares, el régimen de lluvia. No son simplemente recursos naturales, recursos de los que no se puede sacar lo que se quiera, no son simplemente energía y materia prima, son parte del equilibrio que estamos destruyendo y con ello nuestra propia base de vida (Gastón Soublette/Manifiesto, 2020). La coyuntura presente visibiliza las desigualdades sociales que hemos creado y reproducido en base a una ilusión de progreso y bienestar narcisista. Ahora no solamente observable para quien viaja y busca entender, si no para todos.
En las próximas semanas pienso presentarles a algunas de las personas que he encontrado en mi camino y, en la medida que soy capaz, interpretar sus ideas.