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La fotografía sobre medio ambiente

Durante el llamado Fujimorato, entre los años 1990 y 2000, se debilitaron mucho las organizaciones de base y también los partidos políticos en general y los de izquierda en especifico; pasamos así una década en una especie de limbo político, donde el gobierno de facto creó un fuerte clientelismo, por ejemplo, mediante dádivas, entregando alimentos y ropa con propaganda, e incluso cocinas y ollas a los comedores populares. Así, la calle se pintó de anaranjado, el color del fujimorismo.

Pero también esta fue la época de las privatizaciones aceleradas de todo lo que había sido estatizado en los años 1970 por el gobierno militar. Luego, al final del siglo XX, comenzaron a subir velozmente los precios de las materias primas a nivel mundial, de manera que en la década siguiente, en los años 2000, se vivió un boom inédito en la historia. A partir de ello, la humanidad en conjunto comenzó, de forma casi desapercibida, a gastar más recursos que los que la naturaleza produce y a vivir del capital, que no alcanza para todos.

En el mismo periodo, el cambio climático se hizo notar con más impacto y se volvió una cruel realidad a través de sequías, inundaciones y plagas que obligan a muchos agricultores a cambiar su tradición productiva.

En el Perú, la recuperación de la democracia en los gobiernos de los presidentes Paniagua y Toledo inicia lo que se podría llamar “nueva República”, ¿o es la primera? Lo cierto es que empezó una época de cuatro procesos electorales nacionales limpios y seguidos, que no se había vivido antes, en la que se ha recuperado la institucionalidad del Estado, a pesar de la fuerte presencia del fujimorismo y su populismo autocrático.

Es una época en la que surge por primera vez una autoridad ambiental en el país: el Ministerio del Ambiente, con órganos de control como el SENACE (Servicio Nacional de Certificación para la Inversión Sostenible), la OEFA (Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental), el SERNANP (Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado), etc. Antes, desde los años 1980, se había iniciado en el trabajo de ONG y de grupos de voluntad ciudadana espontánea la defensa del derecho a vivir en un ambiente sano y crear para ello un marco jurídico normativo.

Lo cierto es que desde fines de la década de 2000 en el Perú han mejorado mucho los indicadores de pobreza, disminuyendo en forma considerable la extrema pobreza y la pobreza en general, que antes llegó a castigar a un 50% de la población; sin embargo, la distribución de la riqueza sigue siendo muy desigual. Por otra parte, surgió un nuevo conflicto de intereses. El desarrollo de empresas multinacionales, mineras y petroleras, la reacumulación de la tierra en manos de pocas empresas, el estrés y la desigual repartición del agua, el poco interés del Estado en los bolsones tradicionales de pobreza, especialmente en las zonas altoandinas, todo ello ha llevado a muchos conflictos. Se trata de conflictos espontáneos, no orgánicos, que corresponden a reivindicaciones locales. Las discrepancias entre propiedad de tierras y territorio en el caso de los pueblos indígenas amazónicos hacen que se reproduzca el antiguo conflicto entre familias oligárquicas conservadoras frente a la población proletaria progresista, que reclamaba mayor participación en el reparto de los recursos. Este conflicto antiguo, pero bajo una forma nueva, ha estallado nuevamente, ahora en una población que cuenta con 30 millones de personas. No es el antiguo problema entre derecha e izquierda políticas, pero persisten los mismos sentimientos que lo motivaron en otras épocas: la justicia, la inclusión, el respeto, la tradición y la igualdad; lo que significa, entre otros temas, acceso a buena educación y atención de salud y adecuada representación en el poder del Estado. Los pueblos reclaman ser escuchados y atendidos.

Este tipo de conflictos se incrementa por la omnipresente corrupción en el Estado, por la crisis moral y social, herencia del Fujimorato, y finalmente por la informalidad en la economía: casi el 70% de la PEA[1] es informal, lo que significa que las leyes y la lenta modernización del Estado solamente benefician a un 30% de ella.

La informalidad facilita que el individuo pueda tomar impunemente lo que tiene a su alcance. Así actúan tanto los mineros de oro, informales o ilegales, que devastan el país; también el narcotráfico, que siendo ilegal se encuentra infiltrado en muchas actividades informales y también ilegales, como tala de madera, minería de oro y trata de personas, además de entrar a la política y, finalmente, hasta a la farándula.

Ligados a la informalidad, pero ya en la ilegalidad y la corrupción, se encuentran los sindicatos del crimen organizado –sean de construcción civil o de simples extorsionadores– que hacen de la inseguridad reinante el pan de todos los días. Así se va descomponiendo, desmoronando, la sociedad y se pierde la noción del dolo, de lo ilegal, de lo inmoral. Y uno de los grandes perdedores en este proceso es el medio ambiente.

El Perú es un país muy rico en megabiodiversidad, uno de los más ricos en el mundo. Tiene 84 de las 114 zonas ecológicas reconocidas y 28 de los 34 climas del planeta. Además, alberga 70% de los glaciares tropicales del mundo y 60% de su territorio es selva amazónica con parques nacionales de gran importancia, como el Manu, el Purus y el Bahuaja-Sonene, reconocidos a nivel mundial por su gran biodiversidad en flora y fauna.

Al mismo tiempo, el Perú es un enorme banco de germoplasma que ha dado al mundo cosas tan maravillosas como la papa, la quina, la maca, la uña de gato, el gaucho y muchas más. La explotación de una mina puede durar hasta cuarenta años, pero actividades que son las riquezas duraderas del Perú, como el turismo y la producción de alimentos orgánicos de alta calidad, acuerdos como el de la compensación por no talar los bosques, todo esto no deberíamos sacrificarlo por un beneficio de corto plazo y para algunas pocas personas. Entonces, debemos ser responsables en actividades como la minería, que si bien son también necesarias, se deben realizar respetando el medio ambiente.

El mundo ha volteada la mirada hacia el medio ambiente a fines de los años 1990. En esos años, trabajando todavía en periodismo, ya comenzamos a tratar estos temas, básicamente en la Amazonía. Pero el uso de la fotografía digital, que tanto alboroto causó entre los fotógrafos, nos dio la oportunidad de trabajar también en concientización y educación sobre temas ambientales con instituciones que anteriormente no podían pagar el alto costo de películas, cámaras y procesamiento de las imágenes. Con la fotografía digital y la posibilidad de captar imágenes de formas cada vez más simples y a menor precio, la cooperación internacional, las ONG nacionales, los gremios de poblaciones afectadas –como los indígenas amazónicos–, desde entonces y por primera vez han podido hacerse sentir y participar públicamente en los medios de forma masiva.

Así, en el año 2004, un amigo me llamó para colaborar con la Cooperación Alemana al Desarrollo en Lima, que tenía como uno de sus objetivos visibilizar la problemática de diferentes poblaciones amazónicas en Brasil, Bolivia y Ecuador, donde trabajaba un proyecto trasnacional.

Años después, la Cooperación Alemana redujo paulatinamente su intervención en el Perú, pero siguió dando mucho énfasis a la Amazonía y el cambio climático. Así, a partir de 2007, nos apoyó en la construcción de un área de comunicación en la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), donde pude dar aportes e introducir el uso masivo de la imagen, tanto fotográfica como de video. Hoy este trabajo cuenta con un equipo de diez personas y con varios medios informativos online, como Actualidadambiental.pe.

En 2013, con algunas personas que habían participado de esta experiencia en la SPDA, formamos una pequeña empresa de comunicación socioambiental, El Taller.pe, donde trabajamos en fotografía y video y organizamos diversos eventos, como exposiciones y presentaciones en locales y en espacios públicos, para llegar a un gran número de personas.

Así, hoy en día, contamos con el mismo privilegio de hace casi cuarenta años: una gran empatía con los pueblos rurales del Perú y la región andina, que confía en nuestro rol de intermediación.

 

[1] Población económicamente activa.