1986 Talleres de Fotografía Social, TAFOS
En 1986, formamos al interior del Comité de Derechos Humanos de Ocongate el primer taller de fotografía social con participantes de ocho comunidades de Ocongate, los cuales empezaron a tomar fotografías. Los resultados fueron sorprendentes y muy pronto comenzamos a elaborar periódicos murales para exponerlos en el mercado de Ocongate. En las comunidades de los fotógrafos y aledañas se hacía también trabajos de difusión de las imágenes, lo mismo que en las asambleas y las escuelas, en todos los casos mostrando y “hablando” de los problemas y conflictos al interior del distrito.
En 1987, la Casa de las Américas de La Habana (Cuba) premió el trabajo del taller de Ocongate. Después de eso, con los jesuitas que trabajaban en el distrito El Agustino en Lima fundamos el segundo taller y así fue estableciéndose TAFOS, los Talleres de Fotografía Social.
A partir de esos talleres iniciales, uno en la sierra rural y otro en la costa urbana, se fueron formando muchos otros a partir de organizaciones de base, comunidades, federaciones campesinas, sindicatos obreros, organizaciones vecinales de jóvenes, gremios universitarios y organizaciones vecinales de mujeres. Buscábamos que tales talleres fueran reconocidos o, en el caso óptimo, coorganizados por sus federaciones de nivel nacional. Los talleres también fueron reconocidos por el gremio de reporteros gráficos, lo cual fue muy positivo tanto para motivar su trabajo y su reconocimiento como por algo más urgente: el país estaba en guerra y casi no había nadie más sospechoso de ser un posible terrorista que un poblador, una quechuahablante o alguien con casco minero, peor si cualquiera de ellos andaba tomando fotos de las atrocidades cometidas desde los dos lados del conflicto o difundiendo su propia cultura con el orgullo que merece o sus problemas con las responsabilidades que corresponden.
Pronto pudimos organizar talleres en minas conjuntamente con la Federación Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos del Perú. Inicialmente fueron los talleres de Morococha y La Oroya, en la sierra central. En este sector, aprovechando una huelga minera, en el pliego de reclamos se incluyó el derecho de los sindicatos a contar oficialmente con un fotógrafo obrero. Ello fue aceptado en la negociación y, desde entonces, en varias minas de esas zonas los fotógrafos mineros ingresaban las cámaras al socavón.
En ese momento, a fines de la década de 1980, el país entró en una fase muy difícil. Desde el Estado se tenía políticas económicas completamente desquiciadas que llevaron a que en 1989 se llegara a más de 5,000% de inflación. Al mismo tiempo, por un lado, Sendero Luminoso parecía estar a un paso de tomar el poder y declaraba que “el poder nace del fusil” y que algo como una cámara de fotos, una herramienta “burguesa y alienada”, no contribuía al cambio del país, como proponían los talleres. Por otro lado, los militares mataban, torturaban y desaparecían personas, sobre todo quechuahablantes.
Una de las conclusiones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación señala que hubo casi 70,000 muertos durante los casi veinte años de violencia política y que el 70% de ellos provenía del Sur Andino. En este espacio nacieron y proliferaron los TAFOS. Y fue una tarea difícil para los más de veinte profesionales que acompañaban a un total de doscientos fotógrafos y fotógrafas populares repartidos en todo el país mantener los canales de comunicación abiertos y lograr que no hubiera ninguna violencia extrema con ellos. En zonas como Puno, las alturas de Cusco, la selva y las zonas mineras era una tarea importante esquivar a Sendero Luminoso y simultáneamente mantener una posición de suficiente poder local para neutralizar a las Fuerzas Armadas, que querían apresar a los fotógrafos por el simple hecho de estar tomando fotos.
Pero el esfuerzo valió el trabajo de todos y el resultado fue asombroso. Al haber la misma cultura delante y detrás de la cámara –en el fotógrafo y en lo fotografiado–, se produjeron imágenes muy fuertes y sólidas en su mensaje y en la convicción de que la cultura andina, como la costeña y la amazónica, podían superar todas estas dificultades y de que el testimonio gráfico de TAFOS sería un promotor presente de la resistencia y de la afirmación de formas propias de hacer las cosas y de organizar la vida a nivel local, regional y nacional.
La acción con imágenes fotográficas captadas desde grupos organizados, que se inició en la sierra del Sur Andino, tras pocos años se convirtió en la imagen de la resistencia a la guerra y de la propuesta de un cambio diferente también en urbes como Lima, Cusco, Puno y Huancayo, a través de exposiciones, publicaciones en medios y lo que se llamaba “difusión mano a mano”, todo lo cual fue importante para muchos peruanos que buscaban identificarse con algo y tener propuestas propias mientras se oponían a la barbarie de los dos sectores bajo fuego.
Ya en el año 1987, Marco Zileri de la revista Caretas visitó a TAFOS en Cusco, acompañado del maestro fotógrafo Óscar Medrano, quien no podía creer lo que veía al recorrer una de las primeras exposiciones de TAFOS en esa ciudad. También hubo entonces diferentes medios de prensa internacional, como Der Spiegel, The Guardian, Geo, New York Times, Newsweek y otros medios de Japón, Holanda, Bélgica, Suiza, etc., que publicaron el trabajo de TAFOS, aclamándolo casi como a una voz independiente en el momento complicado que vivía el país.
Lo que hizo TAFOS[1] fue empoderar a dirigentes de base para que cuenten sus historias y las difundan entre su propia gente, entre los pobladores de sus pueblos y ciudades y en el mundo en general, para que se sepa que había un grupo de organizaciones de base que, a nivel nacional, tenía una propuesta propia de resistencia, de autoafirmación y de cambio social. Mediante su trabajo, por primera vez estos sectores, normalmente excluidos de los medios masivos de aquella época, pudieron participar en los debates nacionales con una imagen propia, con su historia y con su propia propuesta, diferente a la del Estado o de Sendero Luminoso. Al mismo tiempo, ellos han dejado una memoria visual que permite entender el difícil pasado de esas décadas a fines del siglo XX, que las nuevas generaciones no deberían olvidar.
Hoy, muchos de quienes fueron fotógrafos en los TAFOS son dirigentes de sus organizaciones y tienen una fuerte experiencia en autoafirmación y propuesta. Su forma de apoderarse de su propia imagen fue un paso importante hacia el uso de la comunicación como herramienta de construcción de unidad en la organización, también de reconocimiento desde afuera y de fortalecimiento de la propia identidad y de la identificación con su grupo y con otros colectivos sociales del país.
TAFOS fue un segundo momento en el Perú en el que la imagen fotográfica intervino, acompañó y documentó un momento difícil. Lo hicieron, más de cincuenta años antes, el famoso fotógrafo cusqueño Martín Chambi y otros fotógrafos e intelectuales desde el indigenismo romántico cusqueño de los años 1930.
Actualmente, TAFOS es un archivo de más de 200,000 negativos, conservado, cuidado y promovido por la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)[2], donde enseñan docentes que fueron miembros del equipo profesional de TAFOS. Este archivo es hoy un referente fundamental para las ciencias sociales y las artes gráficas de la imagen del Perú captada desde los actores sociales de las décadas de 1980 y 1990.
[1] Para una visión general de TAFOS, ver el libro País de luz (2006, Lima: PUCP-CAL).