El 16 de diciembre de 2018 vuelve PepÍn de la chacra. En la fachada de su casa encuentra clavado su retrato en una foto de gran formato. PepÍn llama a su señora y le dice: “Mira, esto soy yo. Siempre he sido cargador del anda, miembro de la cofradía de Nuestra Señora del Carmen.”
En la cuadra de su casa hay varios retratos más en las paredes. Entre los vecinos fotografiados está Isaela, que cuenta cómo ha luchado por la construcción del Puente “Brooklyn”. A sus 80 años, recuerda su historia de luchadora social rodeada de un grupo de adolescentes que la escuchan atentamente y se enteran cómo eran las épocas cuando el pueblo no tenía luz, tampoco asfalto en las pistas.
Son un total de cien retratos en las fachadas de algunas calles cercanas a la Plaza de Armas de El Carmen. Es una suerte de galería, pero en las calles del pueblo. En la casa de Amador Ballumbrosio hay dieciséis retratos. Y él aparece, claro, el fundador del Atajo de Negritos en El Carmen, cuna del legado que dejaron los esclavos africanos, traídos por los españoles durante la época de la colonia.
Es una larga historia de violencia, sufrimiento y muerte. Pero también de encuentros y de construcción de identidad, de pertenencia.
Aunque aparentemente domina el catolicismo entre la gente, hubo un encuentro y reencuentro de varios pensamientos y religiones que han creado el sincretismo existente. Está la Virgen, por ejemplo, pero ella también simboliza a la Pachamama andina, además de diversos pensamientos dualistas africanos, que, por más que ya no se manifiestan, viven dentro de un cristianismo marianista muy peculiar.
También son presentes las manifestaciones culturales vivas que resultan de este sincretismo que va más allá de lo religioso. La percusión y la danza, el zapateo africano, la música andina y los villancicos españoles, que son parte de ello. Además de la importancia de los solsticios en las fiestas de la Virgen del Carmen, aunque no en las fechas exactas; y la fuerza actual de la huaca Piedra Virgen, que dio origen a la aparición de la Virgen en el siglo XVIII. Todas estas y muchas manifestaciones más han creado una rica cultura, en movimiento constante, que crea un fuerte sentimiento de pertenencia en la población local.
Ha sido Amador Ballumbrosio Mosquera quien impulsó este legado en el siglo XX y cuyos quince hijos son hoy los cultores de su legado y promueven la identidad afroandina desde el Centro Cultural Amador Ballumbrosio. Hoy, la cercana Lima, los smartphones, la televisión e incluso la aún lenta recuperación del desastroso terremoto del 2007, hacen necesaria una apropiación de su cultura entre los jóvenes.
Pero también, en medio de la fiesta y el sentirse fuertes, está el frustrado sueño de la tierra propia. Después de la liquidación de las haciendas y tras la cooperativa agraria, se promovió durante el fujimorato una reacumulación de las tierras en manos de algunas pocas empresas. Esto ciertamente ha aportado a una baja autoestima. Así, ahora, nuevamente los agricultores son trabajadores mal pagados.
“La Galería Callejera”, como hemos nombrado el mes de exposición de fotografías en El Carmen, puso nuevamente la memoria en boca de muchos. Por ello llamamos a las imágenes “espejos con memoria”. Un efecto inesperado de esta galería es que hoy muchas personas de El Carmen quieren ser retratadas. Entienden que ello es como un reconocimiento de su desempeño como actores sociales y culturales.
Cuarenta años después de mi experiencia en Q’ero, en 1979, he tenido la suerte de intervenir nuevamente con imágenes en un proceso de recuperación de sentimientos como identidad y pertenencia cultural. En este caso acompañando al Centro Cultural Amador Ballumbrosio del pueblo de El Carmen, en Chincha.